La fe, pesar de lo que la historia de las diferentes confesiones religiosas ha mostrado muchas veces, no consiste en la asunción pasiva de un depósito de verdades sino en la posibilidad de contemplar la realidad con una mirada honda y abierta, capaz de encontrar relaciones y vínculos entre las criaturas y las cosas que hay en el mundo. De aquí nace la poesía, que es la vivencia y la expresión del misterio que somos.
Por ello, nos asomaremos, apoyados en el brocal de la palabra humana, a ese pozo inmenso de agua infinitamente viva, convencidos de que es posible que, más cerca o más lejos del atrio de los templos, encontremos todos allí una invitación al respeto mútuo, la convivencia pacífica y el cuidado de lo humano.