Los teléfonos móviles e Internet ya son parte de nuestras vidas cotidianas, también de las campañas electorales. Las tecnologías digitales han cambiado nuestras relaciones personales, sociales… laborales. También alteran la forma en que gobernados y gobernantes conocen, debaten y participan de la política. ¿Las cibercampañas aumentan el número de participantes y la calidad del diálogo público? ¿O es sólo un juego virtual y de apariencias, más susceptible aún, si cabe, de ser manipulado? ¿Qué actores resultan favorecidos por el uso actual de las webs de los candidatos y los blogs? ¿Los partidos o los electores? ¿Los periodistas y los medios digitales o sus públicos? Nuestras encuestas y grupos de discusión sobre la cibercampaña de 2008 señalan una gran insatisfacción de la ciudadanía más interesada en las elecciones. Al margen de su ideología, edad o militancia los electores más preparados y activos critican la escasa participación electoral que les brindan los políticos y los periodistas con las nuevas tecnologías. Como en los partidos y medios convencionales, priman el número de votos y de usuarios digitales; no la calidad ni el pluralismo de la participación…. rasgos que, precisamente, son las claves de las nuevas formas de hacer política y periodismo. Las únicas que, además, subsistirán tras la crisis que actualmente vivimos.