Conversaciones en el FORO GOGOA

Florencio Roselló Arzobispo de Pamplona y Obispo de Tudela

Florencio Roselló cree en la escucha y el diálogo en la Iglesia y en la sociedad, y aboga por una Iglesia que sirva a quienes muestran las heridas de este mundo.

Daniel Saralegi

Dice que es la hora del laicado y sueña con una Iglesia comprometida donde la mujer esté presente también en la toma de decisiones.

Un año largo de obispo. ¿Echa en falta su trabajo en las cárceles?

Cuando se asume una responsabilidad, hay que mirar hacia delante. Yo no soy de los que con la mano en el arado mira hacia atrás. Sigo manteniendo vinculación con el mundo de la cárcel y me siguen llamando y escribiendo hombres y mujeres presos, madres de presos. A veces creen que me molestan, porque piensan que el arzobispo está todo el día hablando con el Papa y la realidad es mucho más normal que todo esto. Así que yo les digo que me sigan escribiendo, porque esto me ayuda a no olvidar de dónde vengo y a que la mitra, como digo yo, no se me suba a la cabeza.

Y se habrá dado cuenta de que Navarra es una tierra de contrastes, que es parte de su riqueza. ¿Qué tal le ha acogido Navarra?

–Me siento muy bien acogido. Evidentemente, habrá gente a la que mi forma de actuar o alguna de las palabras que yo pueda decir no le convenza, pero en general me siento muy bien acogido. Y en cuanto a Navarra, ya lo he dicho en otras ocasiones, esos contrastes que tiene, al final se convierten en un pozo de sabiduría. Aprendo de un lado y otro, y, sobre todo, camino con todos, en lo que se refiere a la riqueza lingüística de Navarra. Cuando llegué me propuse familiarizarme con el euskera, que lo trabajo semanalmente. Quiero seguir con este aprendizaje, porque hay gente que reza en euskera, que se dirige a Dios en euskera, que piensa, que protesta y se alegra en euskera. Así que, en la medida en que pueda, quiero seguir profundizando en esto, porque quiero ser obispo de todos, creyentes y no creyentes, también en euskera.

¿Qué cree que ofrece la Iglesia a la sociedad en estos momentos?

–Tomando como ejemplo las bienaventuranzas, la Iglesia, desde el Evangelio, ofrece compromiso, ofrece fidelidad, ofrece apuesta por la vida, ofrece opción por los pobres, ofrece la alegría del Evangelio. Hay quien dirá que esto lo puede ofrecer cualquiera, y puede ser así, pero el Evangelio, que es para nosotros la fuente, lo queremos compartir no solo con palabras, sino con hechos, con la vida. Hay muchas realidades de herida humana donde está la iglesia presente, donde está la iglesia comprometida.

¿La Iglesia tiene dificultades para trasladar a la sociedad el mensaje de esas bienaventuranzas?

–Es posible, porque en este momento la Iglesia universal está perdiendo protagonismo, es una iglesia que está mayor, que tiene falta de vocaciones sacerdotales y religiosas, y eso, a veces, crea un clima triste, una falta de ilusión. Yo siempre digo que este mensaje, que es bonito, el mensaje de la alegría, la entrega, el compromiso, la solidaridad, es un mensaje tan atrayente que da lo mismo quien lo proponga. En la Iglesia hay mucha misericordia, mucho perdón, mucha esperanza. Pero sí, a veces nos falta la alegría del Evangelio.

Y hablando de mensaje, ¿cree que se respeta el pluralismo en el tratamiento comunicativo de la diócesis?

–Nuestra premisa es pensar que el tema de la comunicación siempre es mejorable, y queremos dar un giro a los medios de comunicación que tiene la Iglesia. Y en eso, como dicen por ahí, soy la cabeza, y todo el que está a mi alrededor sabe qué hay que hacer. Y lo estamos haciendo, seguramente no a la velocidad que quieren algunos, pero seguramente más rápido de lo que otros quisieran. Cuando llegué le dije a un medio de la Iglesia que no puede haber vetos. Hay pluralismo, empezando por las cosas que yo mismo escribo.

“Hay gente que reza en euskera, que piensa o se alegra en euskera, y yo quiero ser obispo de todos, también en euskera”

Dice que se ha dedicado a escuchar. ¿Qué ha escuchado?

–El cardenal Omella, paisano mío de Teruel, ya me dijo en mi ordenación que tenía que ser obispo de todos, creyentes y no creyentes. Desde el principio he hablado con quien ha querido hablar conmigo. En un año he tenido unas 600 entrevistas, con el objetivo de escuchar. He tenido encuentros con todos los estamentos políticos de Navarra, alcaldes de aquí, de allá, gobierno, presidenta, consejeros, consejeras, delegada del gobierno, con todo el mundo, porque de verdad creo que necesitamos hacer entre todos una sociedad más justa, más solidaria. La Iglesia de Navarra camina y está comprometida para construir una sociedad mejor.

Y tras la escucha, ¿cuál es el sueño del arzobispo?

–Sueño con una Iglesia comprometida y testigo en la sociedad. Sueño con que el pobre sea el centro de nuestra fe y esté presente en nuestras acciones. Sueño con un laicado comprometido en el cual los sacerdotes vayamos delegando. Es la hora de los laicos. De los 15 nombramientos en delegaciones que he hecho, 14 son personas laicas, y 8 de ellas mujeres. También sueño con unos jóvenes que se comprometan y se planteen las diferentes vocaciones. Sueño con unos sacerdotes que sigan entregados, unos sacerdotes que llegan donde no llega nadie, inclusive arriesgando sus vidas en las carreteras de Navarra para llegar a todos. Sueño con unos consagrados que sigan siendo fieles, participando en la vida de la diócesis, caminando juntos. Sueño con saber comunicar lo que es la vida de la Iglesia. Sueño con que la mujer vaya asumiendo responsabilidades y participe en la toma de decisiones. Sueño con una Iglesia segura, de entorno seguro, donde los niños, padres y madres estén tranquilos, y en ese sueño entra la reparación del daño causado a las víctimas.

Usted ha repetido en diferentes ocasiones la frase “Hemos perdido la calle”. ¿A qué se refiere?

–El Papa en su primera encíclica, Evangelii Gaudium, dice que los cristianos hemos de salir a evangelizar, a dar testimonio. No se trata de estar con una pancarta, sino de dar testimonio. Actualmente hay una realidad: vivimos en una sociedad como si Dios no existiera. Se ha construido nuestro mundo prescindiendo de Dios. El Papa Francisco dice que el cristiano tiene que perder el miedo, el complejo a salir. Estamos perdiendo los valores del propio Evangelio, que antes estaban en la calle y ahora ya no están. Necesitamos que esta Iglesia en salida sea de verdad una Iglesia que salga de los templos para que el mensaje no se quede dentro.

Después de muchos años, se ha puesto de nuevo en marcha el Consejo Pastoral Diocesano, que ha tenido como labor analizar la realidad y hacer propuestas. ¿Qué prioridades hay?

–Lo primero que se hizo fue elegir a los representantes desde las diferentes áreas de pastoral. Posteriormente, se ha hecho un análisis de la realidad, se ha puesto negro sobre blanco la realidad diocesana. Ya estamos trabajando temas como la evangelización, porque los métodos de antaño no sirven para ahora. Aparece el tema del laicado, el tema de los jóvenes, también el tema de los sacerdotes. Aparecen muchos temas que hemos recogido del Sínodo En ese sentido, en la fase diocesana se llegó a una síntesis con propuestas muy concretas, como por ejemplo que en todas las parroquias existan el Consejo de Pastoral y el Consejo de Asuntos Económicos. Y aparece también la pastoral rural, porque Navarra tiene 735 parroquias, muchas rurales, donde se vive la fe.

“Con el tema de los abusos en la Iglesia, es el momento de la reparación, y esto ya no es solo una declaración, es una decisión”

El Papa Francisco ha convocado una nueva fase en el Sínodo. ¿Es el momento de concretar lo hablado en el Sínodo?

–Sí. El Papa quiere ir implementándolo, que se concrete y ponga en práctica, que sea un impulso en temas como el laicado, la transparencia, el aspecto económico, el tema vocacional. Aquí ya se ha reunido la comisión del Sínodo. Así que vamos a implementar, vamos a renovar algunas cuestiones y a crear otras, pero sí, hay que trabajar.

¿Y cómo se pueden concretar respuestas desde esa sinodalidad?

Quizá nos falta más formación a todos en sinodalidad, en participación, en diversidad. Yo aprendí mucho, en el mundo de la cárcel, a aceptar opiniones muy diferentes, a aceptar la diversidad, lo diferente, a enfrentar los problemas sin drama, sin dramatismo, sin aspavientos, con paz y con serenidad. Creo en el diálogo.

En el año 1996, el Foro Gogoa invitó al obispo francés Jacques Gaillot, que tenía como lema, “Una iglesia que no sirve, no sirve para nada”. ¿Le interpela esta afirmación?

–Conozco su libro desde los años 90, y es una declaración de intenciones contundente. En el retiro de Cuaresma del año pasado a los sacerdotes, les hablé del servicio y partí de este titular “Una iglesia que no sirve, no sirve para nada”, porque para mí la vida tiene que ser servicio. El lavatorio de pies de Jueves Santo, que he hecho en la cárcel muchas veces, es un gesto que escenifica lo que quiero que sea la Iglesia, a los pies de los que la sociedad mira mal, de los que la sociedad castiga. Eso es el servicio. Y creo que la Iglesia de Navarra está sirviendo, comprometida en hospitales, en la cárcel, en Cáritas, también con el mundo de la trata, con las personas migrantes. Hay experiencias muy bonitas por ahí. Estamos pasando de esa Iglesia multitudinaria de antes, que era muy sacramental, a una Iglesia más comprometida, más de comunidades. Hoy es una Iglesia que coloca en el centro a la persona, como rostro del mismo Cristo, una Iglesia que sirve. Leer esta frase de Gaillot de vez en cuando, me sirve para preguntarme qué estoy haciendo.

El cardenal Martini, poco antes de morir, dijo en una entrevista aquello de “la iglesia lleva un retraso de 200 años”. ¿Hay que seguir esperando?

–Es una frase lapidaria, sí, aunque no sé si es cuestión de 200, 100 o de 10 años. En la carta que he escrito junto a los obispos de Bilbao, Vitoria y San Sebastián decimos que lo que hacíamos antes ya no vale ahora, lo cual quiere decir que vamos con retraso en formas de evangelización, en formas de transmitir la fe. En la carta hablamos de la paciencia, no como resignación sino como una actitud serena, de no violencia. En ese sentido, hay gente que acepta una sociedad secularizada y hay otra que no la acepta y ahí se crea esa tensión de amigos o enemigos, ese “quien no está conmigo, está contra mí.” No puede ser así. Esta paciencia es la actitud de Jesús en la pasión ante Herodes, una reacción serena, paciente, pero de paz. Benedicto XVI y Francisco dicen que la Iglesia crece más por atracción que por obligación, y así, aunque tampoco la sociedad nos tiene que marcar el ritmo, en la Iglesia nos damos cuenta de que hay colectivos, gente, a la que no llegamos.

Hemos conocido el trabajo que ha hecho con las víctimas de abusos en el seno de la Iglesia. ¿Cómo ha sido esta relación?

–Es un tema doloroso, un tema que no tenía que haber pasado nunca. Un tema en el que la Diócesis lleva años trabajando y por el que públicamente he pedido perdón. Nuevamente pido perdón, mirando a los ojos. Desde el principio, al llegar, desde la comisión de abusos de la diócesis entablamos contacto con las dos asociaciones que existen y también con el Gobierno de Navarra. Es un tema que siempre he querido afrontar reconociendo la realidad y desde ahí mirando hacia delante. Pensamos que debíamos entrar en la Comisión del Gobierno de Navarra, y entramos. Por las víctimas. Y hemos entendido que era el momento de la reparación, y esto ya no es solo una declaración, es una decisión. La Iglesia asume el compromiso moral de reparar. Queremos reparar, tanto en el aspecto espiritual o pastoral, como en el económico. Estamos en contacto permanente con las asociaciones.

https://www.youtube.com/embed/WBRuq__BBVg?enablejsapi=1&origin=https%3A%2F%2Fwww.noticiasdenavarra.com Hay otro tema que afecta a la Iglesia y que en la sociedad navarra se mira con preocupación: las inmatriculaciones. ¿Cómo se va a dialogar con este tema?

–Este es un tema que me he encontrado cuando he llegado, que ha levantado polémica y que está judicializado. No es la primera vez que lo digo, pero si hay algo que no sea nuestro y que un juez lo diga, no tengo ningún problema en devolver, en restituir, con toda paz, y si nos hemos equivocado, en pedir perdón. Desde el respeto, y siempre abierto al diálogo.

En el coloquio que ofreció en Foro Gogoa, la Revuelta de Mujeres en la Iglesia le presentó una serie de peticiones en torno al papel de la mujer en la Iglesia. ¿Qué va a hacer al respecto?

–He hablado antes de la importancia de que la mujer asuma responsabilidades. Es algo que estoy poniendo en práctica. Por ejemplo, al ver cómo había quedado la composición del Consejo Pastoral Diocesano, y al tener, como obispo, el derecho a incluir por designación personal a varios miembros, propuse tres mujeres. Y es en este Consejo de Pastoral Diocesano en donde se va a marcar la línea pastoral para los próximos años en Navarra. Es una actitud sincera, porque creo que, por comunidad, por eclesiología, por evangelio, la mujer tiene que estar ahí. En este sentido, he ido haciendo diversos nombramientos y va a haber más, con responsabilidades encarnadas en mujeres de distinto tipo.

El Papa Francisco ha dicho que hay que desarmar las palabras. ¿Cómo se puede incentivar el encuentro y escucha mutua?

–El Sínodo nos ha ayudado mucho. Ver al otro como mi igual es importante. Si yo veo al otro como mi igual, lo respetaré y aceptaré, también lo que me diga. Esto es una declaración de intenciones, lo sé, pero no hay una fórmula mágica. Aceptar la diversidad, aceptar lo diferente, aceptar el que tú puedas pensar diferente a mí, sin personalizar las opiniones; no es eso de que si no estoy de acuerdo con lo que tú dices, no estoy de acuerdo con tu persona. De esto se trata la tolerancia, la diversidad, la pluralidad de la que hemos hablado. Pero desde el corazón, porque si no es desde ahí podemos escribir mucho, podemos dar fórmulas, pero no llegaremos a ningún lado. Tiene que haber un convencimiento previo de que el otro es como yo y tiene el mismo derecho que yo. Esto también es una cuestión de derechos humanos.

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