Aunque las características clásicas del poder siguen vigentes, en la actualidad emerge una nueva forma de poder basado menos en la capacidad de controlar (espacios y personas, básicamente) que en la capacidad de emanciparse de cualquier control, desresponsabilizándose de la gestión de los espacios y las sociedades. Ambas formas de poder mantienen relaciones ambiguas, reforzándose en algunos casos, enfrentándose en otros. Esta transformación del poder exige una transformación similar en las iniciativas que buscan construir contrapoderes sociales y políticos.