“Ez dago arrazoi teologikorik emakumea apaizgoan sartzea eragozteko. Kontu administratiboa eta matxismo hutsa da”

GOGOA FOROAN ELKARRIZKETAK

CRISTINA INOGÉS SANZ , Madrilgo Fakultate Protestanteko teologoa, idazlea eta artikugilea Espainiako eta atzerriko komunikabideetan; 2021-2024ko Sinodoaren Batzorde Metodologikoko kidea, Sinodoaren irekieran meditazioaz arduratzen dena.

Joan den azaroaren 30ean, Jesuitak-sala Loyola, San Antonio kaputxinoak eta Gogoa Foroak gonbidatuta, Sinodoaren etapei buruz hitz egin zuen, honako galdera honi erantzun nahian: “Eliza, zer entzuteko prest zaude zeure buruarengandik?”

 

Isidoro Parra

 

Cristina Inogés nos invita a encontrar cauces para hacer visibles y reales
todas las transformaciones de las estructuras verticales de la Iglesia actual,
que están poniendo de manifiesto los temas que afloran en las conclusiones de
la primera fase diocesana del Sínodo.

En su opinión, ¿Por qué es tan importante este proceso sinodal?

–Estamos viviendo un tiempo realmente apasionante, un momento que supone
que, por primera vez, todo el pueblo de Dios está invitado a participar en un
Sínodo en cada una de sus distintas fases. Además, lo que está saliendo está
creando muchas expectativas de cara al futuro, aunque el cambio sea lento.

¿En qué se diferencia este Sínodo de otros anteriores?

–El Sínodo era un evento que duraba un mes, el de octubre. Se celebraba en
el Vaticano y los protagonistas eran los obispos. De repente, Francisco cambia
todo y nos invita a participar en un Sínodo cuyo ámbito de celebraciones es el
mundo entero. Y no se conforma con invitarnos a participar a todo el pueblo de
Dios, sino que ha querido que participasen también personas no creyentes, no
vinculadas a la Iglesia, personas de otras religiones, creyentes de otras
confesiones.

¿Existe alguna razón especial para este reto?

–Si, la hay. En el Concilio Vaticano II flotaba una frase: “Iglesia, ¿qué
dices de ti misma?” En el Sínodo de la sinodalidad, que parece un trabalenguas,
lo que nos tenemos que preguntar es: “Iglesia, ¿qué estás dispuesta a escuchar
de ti misma y a seguir escuchando en cada una de las fases que se van desarrollando
en el Sínodo?”. Todo el pueblo de Dios sabe perfectamente qué necesidades tiene
la Iglesia. Los mismos temas han salido en muchas partes del mundo, donde nadie
esperábamos que eso fuera a salir. Eso significa que el espíritu va soplando.
Por ejemplo, que hablemos de la incorporación de la mujer plenamente a la
Iglesia en Europa pues es lo más normal. Pero que se hable de eso en
pueblecitos pequeñitos de Asia o de África, donde la mujer es menos que el
0,0000%, pero a la izquierda, sorprende mucho.

¿Cómo cree que puede llegar a hacerse eso que se persigue?

–Tenemos que encontrar los cauces para hacerlo sin perder la esencia, pero
sí aclimatarnos a una realidad que tenemos en el mundo que nada tiene que ver
con la de hace unos pocos años. Al principio, asustó un poco eso de tenernos
que escuchar. En la Iglesia, sobre todo los laicos, que somos la amplia base
del pueblo de Dios, nunca habíamos hablado, sólo habíamos dicho amén. Costó un
poquito eso de la escucha activa. Se trata de aprender a ser Iglesia de otra
manera, entre todos.

Me da la impresión de que hay mucho trabajo por delante, ¿no?

–Por supuesto. Hay que conformar realmente una unidad mucho más cercana,
mucho más próxima y relacional. Francisco, al principio del Sínodo, utilizaba
la imagen que diseñamos en nuestra mente de una pirámide: la jerarquía, el
clero y el resto del pueblo abajo. Francisco dice no a esa pirámide; hay que
invertirla, pero no invertirla para que los obispos estén abajo y asalten el
poder los laicos, no. Hay que entender que cuanto más arriba se está, más abajo
hay que llegar para servir. Esa estructura tiene que ir caminando a una línea
circular horizontal y en ese círculo tenemos que caber todos. En la Iglesia no
hay nadie más ni nadie menos.

Hace un momento ha aludido a los temas que han salido en la fase
diocesana del Sínodo. ¿A qué temas se refería?

–Se ha descubierto el valor que tiene el escucharnos. Este tema nos ha
impactado positivamente y a partir de ahí se han abierto líneas de fuerza que
están marcando la reflexión. Una es la realidad de la mujer en la iglesia. Otra
es la realidad de la incorporación plena de las comunidades LGTBI. La tercera
es el celibato opcional y los abusos en la Iglesia. Por supuesto, el tema de
los abusos es algo que ha volado por encima de todo.

En algunos círculos se habla de la problemática del clero. ¿Ha
salido este tema?

–Los laicos han hablado del clero y en unos casos han reconocido que una
parte del mismo es un obstáculo para el crecimiento de la comunidad parroquial
de manera sinodal. En otros casos se han reconocido las dificultades que tienen
los sacerdotes realmente en la vida de hoy, en la Iglesia y en el mundo en el
que se desenvuelven. Estamos en un momento en la Iglesia en el que el clero
tiene muy mala prensa y no tiene por qué tenerla, porque no todo el clero es
pederasta.

¿Cómo cree que está de afectado el clero por todo lo ocurrido en el
tema de los abusos?

–Coincidíamos en reconocer el momento tan duro, psicológico y espiritual,
que tiene que estar viviendo el clero en este momento. Han pasado de tener una
identidad que no se cuestionaba (lo que decía el cura era palabra de Dios
absolutamente) a cuestionarlos, a sospechar de todos. No todos son pederastas.
Eso hay que reconocerlo y dejarlo claro. Además, creo que es un signo de
madurez del laicado que empieza a ver la realidad. Esto tiene muchísima
importancia. Empezar a reconocer que tienen un desgaste humano, físico,
psíquico y espiritual, es muy importante para que también ellos se sientan
acompañados.

¿Qué otros temas significativos han salido?

–También ha salido el problema de las vocaciones y del diaconado. Hay muy
pocas vocaciones en Occidente. En zonas como África, Sudamérica o Asia sí hay
vocaciones. Cuando se ha recogido lo de la plena integración de las mujeres en la
Iglesia, se habla desde el diaconado. El diaconado es un clamor. ¿Cuántas
mujeres no son realmente diáconos en la iglesia? Son diáconos sin papeles,
diáconos que no están oficialmente reconocidas, pero viven ese ministerio en el
día a día. Por ejemplo, en la Amazonía, donde se necesitan tres días en canoa y
dos andando para llegar a muchas casas y el cura solo puede ir una vez cada
tres o cuatro años, ¿qué haces? ¿No presides un matrimonio? Los ministros del
matrimonio son los novios. Tienes que bautizar y ¿qué pasa con la gente que se
está muriendo y se quiere confesar? No le puedes dar la absolución, pero no la
puedes dejar sin escuchar, porque en esos momentos las personas necesitan
hablar.

No hemos tocado un tema espinoso. Me refiero a la cuestión del
sacerdocio femenino.

–Soy partidaria de que las mujeres acceden al sacerdocio. Yo no tengo esa
vocación, pero también digo que siempre defenderé a las mujeres que lo quieran
ser porque teológicamente no hay ni una sola razón, aunque lo diga Francisco,
sosteniendo la idea de Juan Pablo II. No hay razones teológicas para impedir
que la mujer acceda al sacerdocio. Es una cuestión administrativa y de puro
machismo. Si la vocación es un don, ¿Quiénes somos nosotros para poner trabas
al Espíritu?

¿Considera que ya ha llegado el momento?

–Tengo mis dudas, porque la Iglesia sigue siendo muy clerical. La estructura
es férreamente vertical todavía. No soñemos que en octubre de 2024 tendremos
una Iglesia sinodal. Estamos empezando una senda que será camino y que tendremos
que ir haciendo constantemente. No sé si es el mejor momento, la verdad, porque
la estructura se nos acabaría comiendo o nos acabaríamos convirtiendo en lo
mismo, con el mismo comportamiento clerical que normalmente tiene el clero.
Pero hay que apoyarlas, porque realmente si lo quieren ser es porque, lo habrán
discernido, y tienen esa vocación.

Mientras tanto, ¿qué papel le queda a la mujer en la Iglesia?

–Está el tema de la incorporación plena de las mujeres en los nuevos
ministerios, que es muy importante. Se habla de nuevos ministerios, que no
tienen que ser uniformes para toda la iglesia; es decir, que cada diócesis
podrá evaluar cuáles son sus necesidades pastorales. No tienen que ser los
mismos ministerios para todas, porque todas las realidades de las iglesias
locales no son iguales. Teniendo en cuenta que las mujeres somos ya el 80% de
la Iglesia… (El resto de la frase que lo añada cada uno).

¿Qué podría decirnos del celibato?

–El celibato opcional es el final de todo un proceso. No es cuestión de que
Francisco firme un decreto y ya está resuelto. Eso no puede ser. Sería nefasto
para la Iglesia, porque las comunidades necesitamos también una cierta
preparación para determinados cambios. Francisco, que es un hombre de muchos
procesos, nos está enseñando a pensar en clave de proceso. Es decir, una
cuestión puede tener un final, pero hay que recorrer un camino hasta llegar a
él porque necesitamos también nosotros aprender ciertas realidades que en este
momento se nos escapan. En este caso, sería muy interesante que se empezase a
hablar y se fuera haciendo algo práctico, visible para recuperar a los
sacerdotes que dejaron el ministerio para casarse, porque no son vocaciones
incompatibles. Con el Código de Derecho Canónico en la mano no pueden ni
siquiera subir a leer una lectura en una misa.

¿Próximos pasos?

–Ahora, lo más importante es que cada uno tengamos a mano la síntesis de
nuestra diócesis, que vayamos viendo si se han expresado cuestiones que no
funcionan bien, ver si esos errores que se han cometido hasta ahora se van
corrigiendo, si se van creando los cauces para que se apliquen y empezar a
implementar la sinodalidad. Lo más importante es que en todas las parroquias
exista el Consejo Parroquial y el Consejo Económico, pero para que eso funcione
tiene que haber un compromiso de todos los laicos que formemos parte del
Consejo que sea. Es decir, no podemos ir al Consejo y sentarnos a ver qué nos
propone el párroco, porque eso no va a servir de nada. Esto es igualmente
válido para las estructuras diocesanas.

¿Qué debemos pedir los laicos?

–Podemos pedirle a la Conferencia Episcopal que se abra un poco más. Nos
retransmiten en directo las sesiones del Parlamento y de las reuniones de los
obispos, que son tan pueblo de Dios como los demás, no sabemos lo que pasa. Hay
cuestiones que tenemos que ventilar un poco, que todos somos pueblo de Dios.
Por ejemplo, hay que pedir muchísima más transparencia en el tema de los
abusos, porque da la sensación de que se oculta mucho más de lo que hay, y hay
mucho, porque no dan explicaciones convincentes; cuando se pone una comisión en
marcha es porque no queda otra. ¿Tan infantiles somos que no nos merecemos,
como laicos, un poquito más de transparencia, y las víctimas mucho más respeto?

¿Qué pasa en la Iglesia con los creyentes que pertenecen a las
comunidades LGTBI?

–Este tema ha salido con muchísima fuerza. Se han abierto camino ellas
solas, es decir, no han participado a través de las parroquias, porque no los
aceptan. Las poquitas parroquias que los aceptan son de comunidades de
congregaciones religiosas, las parroquias diocesanas cero. En el Sínodo
decidieron participar. En España se crearon ocho grupos sinodales de
comunidades LGTBI. Luego, todas las conclusiones las unieron en una sola, pero
fueron ocho las que trabajaron. Cuando se lee el documento de trabajo que
adjuntaron los padres con hijos LGTBI, se ponen los pelos de punta; padres que
han estado toda la vida integrados en una parroquia, que han tenido sus hijos y
que en un momento determinado uno de esos hijos se declara homosexual y el
párroco le dice: “pues ya sabes dónde está la puerta”. Y, claro, sale toda la
familia. Leer esos documentos es lo que te hace tocar tierra del sufrimiento que
tiene mucha gente, de un sufrimiento que no conocemos. Las personas LGTBI,
también dentro de la Iglesia, tienen que vivir sin abrir la boca para no ser
señalados; en la Iglesia no son sólo laicos. Son laicos, religiosos,
religiosas, diáconos, sacerdotes, obispos y cardenales. Los ha habido y los
hay, y espero que los siga habiendo. Tendríamos que ser un poquito audaces y,
en vez de decir que no hay vocaciones en la Iglesia, que no es exacto,
tendríamos que atrever a preguntarnos si no será que no hay Iglesia para
ciertas vocaciones. Porque un joven que va al seminario y se declara
abiertamente homosexual no es aceptado para el sacerdocio así que, o miente o
vive con miedo toda su vida.

En su opinión, ¿qué relación existe entre el poder, los abusos y la
falta de transparencia?

–Donde menos transparencia hay es donde se dan más abusos de todo tipo. No
es baladí que este Sínodo sobre sinodalidad se haya convocado cuando la crisis
del abuso de poder está en plena efervescencia. El abuso de poder es la raíz de
la que luego se despliegan muchos tipos de abuso: sexuales, de conciencia,
espirituales, laborales… La sinodalidad va a implicarnos a todos en el
cuidado de todos, no en el cazar a nadie, sino en el cuidado de todos. Es
necesario que se sigan denunciando todos los casos de cualquier tipo de abuso,
porque hasta ahora hemos visto sólo los abusos sexuales. Eso hay que
erradicarlo. Sí, en otras instituciones pasan las mismas cosas, pero esas
instituciones no se han pasado veinte siglos diciéndole a la gente como tenían
que vivir.

¿Cómo son las relaciones de la Iglesia con los medios de
comunicación?

–Tenemos que aprender a estar presentes en los medios de comunicación, pero
no sólo en los medios afines. Los medios más afines a la Iglesia son los que
menos han hablado del Sínodo, por ejemplo. La presencia de la Iglesia en todos
los medios de comunicación, independientemente de sus ideologías, es un tema
pendiente. Es necesario estar en ellos, sin prepotencia y sin sometimiento. Con
naturalidad.

Cristina, en el coloquio posterior a la conferencia hizo Ud. un
comentario sobre los seminarios que me pareció especialmente grave.

–Efectivamente, creo que es gravísimo que ni un solo seminario de España
haya participado en el Sínodo, ni diocesano, ni de congregaciones, ni de otros
movimientos y es peligrosísimo porque se sigue formando a los seminaristas en
un modelo de ministerio que está muy alejado de las prácticas sinodales, y
agotado en sí mismo. Hay que pedir un cambio que implique la adaptación al
siglo XXI y sus necesidades.

¿Algo más que quiera comentar?

–Sí. Nos tenemos que dar cuenta de que hasta hoy éramos una Iglesia que
siempre tenía respuestas para todo; ahora tenemos que reconocer que no tenemos
respuestas para todo. Es necesario seguir teniendo preguntas, que es lo que te
obliga a seguir pensando y a seguir trabajando en esa línea. Tenemos que
aprender a ser Iglesia de otra manera, romper el verticalismo, intentar frenar
de todas las maneras posibles el clericalismo, inicio de todos los abusos. Ir
creando, porque necesitamos esa Iglesia que nos permite ampliar el círculo y
cuyo centro tiene que ser Cristo y su Evangelio.

GOGOA FOROAN ELKARRIZKETAK

CRISTINA INOGÉS SANZ , Madrilgo Fakultate Protestanteko teologoa, idazlea eta artikugilea Espainiako eta atzerriko komunikabideetan; 2021-2024ko Sinodoaren Batzorde Metodologikoko kidea, Sinodoaren irekieran meditazioaz arduratzen dena.

Joan den azaroaren 30ean, Jesuitak-sala Loyola, San Antonio kaputxinoak eta Gogoa Foroak gonbidatuta, Sinodoaren etapei buruz hitz egin zuen, honako galdera honi erantzun nahian: “Eliza, zer entzuteko prest zaude zeure buruarengandik?”

Isidoro Parra

Cristina Inogés nos invita a encontrar cauces para hacer visibles y reales
todas las transformaciones de las estructuras verticales de la Iglesia actual,
que están poniendo de manifiesto los temas que afloran en las conclusiones de
la primera fase diocesana del Sínodo.

En su opinión, ¿Por qué es tan importante este proceso sinodal?

–Estamos viviendo un tiempo realmente apasionante, un momento que supone
que, por primera vez, todo el pueblo de Dios está invitado a participar en un
Sínodo en cada una de sus distintas fases. Además, lo que está saliendo está
creando muchas expectativas de cara al futuro, aunque el cambio sea lento.

¿En qué se diferencia este Sínodo de otros anteriores?

–El Sínodo era un evento que duraba un mes, el de octubre. Se celebraba en
el Vaticano y los protagonistas eran los obispos. De repente, Francisco cambia
todo y nos invita a participar en un Sínodo cuyo ámbito de celebraciones es el
mundo entero. Y no se conforma con invitarnos a participar a todo el pueblo de
Dios, sino que ha querido que participasen también personas no creyentes, no
vinculadas a la Iglesia, personas de otras religiones, creyentes de otras
confesiones.

¿Existe alguna razón especial para este reto?

–Si, la hay. En el Concilio Vaticano II flotaba una frase: “Iglesia, ¿qué
dices de ti misma?” En el Sínodo de la sinodalidad, que parece un trabalenguas,
lo que nos tenemos que preguntar es: “Iglesia, ¿qué estás dispuesta a escuchar
de ti misma y a seguir escuchando en cada una de las fases que se van desarrollando
en el Sínodo?”. Todo el pueblo de Dios sabe perfectamente qué necesidades tiene
la Iglesia. Los mismos temas han salido en muchas partes del mundo, donde nadie
esperábamos que eso fuera a salir. Eso significa que el espíritu va soplando.
Por ejemplo, que hablemos de la incorporación de la mujer plenamente a la
Iglesia en Europa pues es lo más normal. Pero que se hable de eso en
pueblecitos pequeñitos de Asia o de África, donde la mujer es menos que el
0,0000%, pero a la izquierda, sorprende mucho.

¿Cómo cree que puede llegar a hacerse eso que se persigue?

–Tenemos que encontrar los cauces para hacerlo sin perder la esencia, pero
sí aclimatarnos a una realidad que tenemos en el mundo que nada tiene que ver
con la de hace unos pocos años. Al principio, asustó un poco eso de tenernos
que escuchar. En la Iglesia, sobre todo los laicos, que somos la amplia base
del pueblo de Dios, nunca habíamos hablado, sólo habíamos dicho amén. Costó un
poquito eso de la escucha activa. Se trata de aprender a ser Iglesia de otra
manera, entre todos.

Me da la impresión de que hay mucho trabajo por delante, ¿no?

–Por supuesto. Hay que conformar realmente una unidad mucho más cercana,
mucho más próxima y relacional. Francisco, al principio del Sínodo, utilizaba
la imagen que diseñamos en nuestra mente de una pirámide: la jerarquía, el
clero y el resto del pueblo abajo. Francisco dice no a esa pirámide; hay que
invertirla, pero no invertirla para que los obispos estén abajo y asalten el
poder los laicos, no. Hay que entender que cuanto más arriba se está, más abajo
hay que llegar para servir. Esa estructura tiene que ir caminando a una línea
circular horizontal y en ese círculo tenemos que caber todos. En la Iglesia no
hay nadie más ni nadie menos.

Hace un momento ha aludido a los temas que han salido en la fase
diocesana del Sínodo. ¿A qué temas se refería?

–Se ha descubierto el valor que tiene el escucharnos. Este tema nos ha
impactado positivamente y a partir de ahí se han abierto líneas de fuerza que
están marcando la reflexión. Una es la realidad de la mujer en la iglesia. Otra
es la realidad de la incorporación plena de las comunidades LGTBI. La tercera
es el celibato opcional y los abusos en la Iglesia. Por supuesto, el tema de
los abusos es algo que ha volado por encima de todo.

En algunos círculos se habla de la problemática del clero. ¿Ha
salido este tema?

–Los laicos han hablado del clero y en unos casos han reconocido que una
parte del mismo es un obstáculo para el crecimiento de la comunidad parroquial
de manera sinodal. En otros casos se han reconocido las dificultades que tienen
los sacerdotes realmente en la vida de hoy, en la Iglesia y en el mundo en el
que se desenvuelven. Estamos en un momento en la Iglesia en el que el clero
tiene muy mala prensa y no tiene por qué tenerla, porque no todo el clero es
pederasta.

¿Cómo cree que está de afectado el clero por todo lo ocurrido en el
tema de los abusos?

–Coincidíamos en reconocer el momento tan duro, psicológico y espiritual,
que tiene que estar viviendo el clero en este momento. Han pasado de tener una
identidad que no se cuestionaba (lo que decía el cura era palabra de Dios
absolutamente) a cuestionarlos, a sospechar de todos. No todos son pederastas.
Eso hay que reconocerlo y dejarlo claro. Además, creo que es un signo de
madurez del laicado que empieza a ver la realidad. Esto tiene muchísima
importancia. Empezar a reconocer que tienen un desgaste humano, físico,
psíquico y espiritual, es muy importante para que también ellos se sientan
acompañados.

¿Qué otros temas significativos han salido?

–También ha salido el problema de las vocaciones y del diaconado. Hay muy
pocas vocaciones en Occidente. En zonas como África, Sudamérica o Asia sí hay
vocaciones. Cuando se ha recogido lo de la plena integración de las mujeres en la
Iglesia, se habla desde el diaconado. El diaconado es un clamor. ¿Cuántas
mujeres no son realmente diáconos en la iglesia? Son diáconos sin papeles,
diáconos que no están oficialmente reconocidas, pero viven ese ministerio en el
día a día. Por ejemplo, en la Amazonía, donde se necesitan tres días en canoa y
dos andando para llegar a muchas casas y el cura solo puede ir una vez cada
tres o cuatro años, ¿qué haces? ¿No presides un matrimonio? Los ministros del
matrimonio son los novios. Tienes que bautizar y ¿qué pasa con la gente que se
está muriendo y se quiere confesar? No le puedes dar la absolución, pero no la
puedes dejar sin escuchar, porque en esos momentos las personas necesitan
hablar.

No hemos tocado un tema espinoso. Me refiero a la cuestión del
sacerdocio femenino.

–Soy partidaria de que las mujeres acceden al sacerdocio. Yo no tengo esa
vocación, pero también digo que siempre defenderé a las mujeres que lo quieran
ser porque teológicamente no hay ni una sola razón, aunque lo diga Francisco,
sosteniendo la idea de Juan Pablo II. No hay razones teológicas para impedir
que la mujer acceda al sacerdocio. Es una cuestión administrativa y de puro
machismo. Si la vocación es un don, ¿Quiénes somos nosotros para poner trabas
al Espíritu?

¿Considera que ya ha llegado el momento?

–Tengo mis dudas, porque la Iglesia sigue siendo muy clerical. La estructura
es férreamente vertical todavía. No soñemos que en octubre de 2024 tendremos
una Iglesia sinodal. Estamos empezando una senda que será camino y que tendremos
que ir haciendo constantemente. No sé si es el mejor momento, la verdad, porque
la estructura se nos acabaría comiendo o nos acabaríamos convirtiendo en lo
mismo, con el mismo comportamiento clerical que normalmente tiene el clero.
Pero hay que apoyarlas, porque realmente si lo quieren ser es porque, lo habrán
discernido, y tienen esa vocación.

Mientras tanto, ¿qué papel le queda a la mujer en la Iglesia?

–Está el tema de la incorporación plena de las mujeres en los nuevos
ministerios, que es muy importante. Se habla de nuevos ministerios, que no
tienen que ser uniformes para toda la iglesia; es decir, que cada diócesis
podrá evaluar cuáles son sus necesidades pastorales. No tienen que ser los
mismos ministerios para todas, porque todas las realidades de las iglesias
locales no son iguales. Teniendo en cuenta que las mujeres somos ya el 80% de
la Iglesia… (El resto de la frase que lo añada cada uno).

¿Qué podría decirnos del celibato?

–El celibato opcional es el final de todo un proceso. No es cuestión de que
Francisco firme un decreto y ya está resuelto. Eso no puede ser. Sería nefasto
para la Iglesia, porque las comunidades necesitamos también una cierta
preparación para determinados cambios. Francisco, que es un hombre de muchos
procesos, nos está enseñando a pensar en clave de proceso. Es decir, una
cuestión puede tener un final, pero hay que recorrer un camino hasta llegar a
él porque necesitamos también nosotros aprender ciertas realidades que en este
momento se nos escapan. En este caso, sería muy interesante que se empezase a
hablar y se fuera haciendo algo práctico, visible para recuperar a los
sacerdotes que dejaron el ministerio para casarse, porque no son vocaciones
incompatibles. Con el Código de Derecho Canónico en la mano no pueden ni
siquiera subir a leer una lectura en una misa.

¿Próximos pasos?

–Ahora, lo más importante es que cada uno tengamos a mano la síntesis de
nuestra diócesis, que vayamos viendo si se han expresado cuestiones que no
funcionan bien, ver si esos errores que se han cometido hasta ahora se van
corrigiendo, si se van creando los cauces para que se apliquen y empezar a
implementar la sinodalidad. Lo más importante es que en todas las parroquias
exista el Consejo Parroquial y el Consejo Económico, pero para que eso funcione
tiene que haber un compromiso de todos los laicos que formemos parte del
Consejo que sea. Es decir, no podemos ir al Consejo y sentarnos a ver qué nos
propone el párroco, porque eso no va a servir de nada. Esto es igualmente
válido para las estructuras diocesanas.

¿Qué debemos pedir los laicos?

–Podemos pedirle a la Conferencia Episcopal que se abra un poco más. Nos
retransmiten en directo las sesiones del Parlamento y de las reuniones de los
obispos, que son tan pueblo de Dios como los demás, no sabemos lo que pasa. Hay
cuestiones que tenemos que ventilar un poco, que todos somos pueblo de Dios.
Por ejemplo, hay que pedir muchísima más transparencia en el tema de los
abusos, porque da la sensación de que se oculta mucho más de lo que hay, y hay
mucho, porque no dan explicaciones convincentes; cuando se pone una comisión en
marcha es porque no queda otra. ¿Tan infantiles somos que no nos merecemos,
como laicos, un poquito más de transparencia, y las víctimas mucho más respeto?

¿Qué pasa en la Iglesia con los creyentes que pertenecen a las
comunidades LGTBI?

–Este tema ha salido con muchísima fuerza. Se han abierto camino ellas
solas, es decir, no han participado a través de las parroquias, porque no los
aceptan. Las poquitas parroquias que los aceptan son de comunidades de
congregaciones religiosas, las parroquias diocesanas cero. En el Sínodo
decidieron participar. En España se crearon ocho grupos sinodales de
comunidades LGTBI. Luego, todas las conclusiones las unieron en una sola, pero
fueron ocho las que trabajaron. Cuando se lee el documento de trabajo que
adjuntaron los padres con hijos LGTBI, se ponen los pelos de punta; padres que
han estado toda la vida integrados en una parroquia, que han tenido sus hijos y
que en un momento determinado uno de esos hijos se declara homosexual y el
párroco le dice: “pues ya sabes dónde está la puerta”. Y, claro, sale toda la
familia. Leer esos documentos es lo que te hace tocar tierra del sufrimiento que
tiene mucha gente, de un sufrimiento que no conocemos. Las personas LGTBI,
también dentro de la Iglesia, tienen que vivir sin abrir la boca para no ser
señalados; en la Iglesia no son sólo laicos. Son laicos, religiosos,
religiosas, diáconos, sacerdotes, obispos y cardenales. Los ha habido y los
hay, y espero que los siga habiendo. Tendríamos que ser un poquito audaces y,
en vez de decir que no hay vocaciones en la Iglesia, que no es exacto,
tendríamos que atrever a preguntarnos si no será que no hay Iglesia para
ciertas vocaciones. Porque un joven que va al seminario y se declara
abiertamente homosexual no es aceptado para el sacerdocio así que, o miente o
vive con miedo toda su vida.

En su opinión, ¿qué relación existe entre el poder, los abusos y la
falta de transparencia?

–Donde menos transparencia hay es donde se dan más abusos de todo tipo. No
es baladí que este Sínodo sobre sinodalidad se haya convocado cuando la crisis
del abuso de poder está en plena efervescencia. El abuso de poder es la raíz de
la que luego se despliegan muchos tipos de abuso: sexuales, de conciencia,
espirituales, laborales… La sinodalidad va a implicarnos a todos en el
cuidado de todos, no en el cazar a nadie, sino en el cuidado de todos. Es
necesario que se sigan denunciando todos los casos de cualquier tipo de abuso,
porque hasta ahora hemos visto sólo los abusos sexuales. Eso hay que
erradicarlo. Sí, en otras instituciones pasan las mismas cosas, pero esas
instituciones no se han pasado veinte siglos diciéndole a la gente como tenían
que vivir.

¿Cómo son las relaciones de la Iglesia con los medios de
comunicación?

–Tenemos que aprender a estar presentes en los medios de comunicación, pero
no sólo en los medios afines. Los medios más afines a la Iglesia son los que
menos han hablado del Sínodo, por ejemplo. La presencia de la Iglesia en todos
los medios de comunicación, independientemente de sus ideologías, es un tema
pendiente. Es necesario estar en ellos, sin prepotencia y sin sometimiento. Con
naturalidad.

Cristina, en el coloquio posterior a la conferencia hizo Ud. un
comentario sobre los seminarios que me pareció especialmente grave.

–Efectivamente, creo que es gravísimo que ni un solo seminario de España
haya participado en el Sínodo, ni diocesano, ni de congregaciones, ni de otros
movimientos y es peligrosísimo porque se sigue formando a los seminaristas en
un modelo de ministerio que está muy alejado de las prácticas sinodales, y
agotado en sí mismo. Hay que pedir un cambio que implique la adaptación al
siglo XXI y sus necesidades.

¿Algo más que quiera comentar?

–Sí. Nos tenemos que dar cuenta de que hasta hoy éramos una Iglesia que
siempre tenía respuestas para todo; ahora tenemos que reconocer que no tenemos
respuestas para todo. Es necesario seguir teniendo preguntas, que es lo que te
obliga a seguir pensando y a seguir trabajando en esa línea. Tenemos que
aprender a ser Iglesia de otra manera, romper el verticalismo, intentar frenar
de todas las maneras posibles el clericalismo, inicio de todos los abusos. Ir
creando, porque necesitamos esa Iglesia que nos permite ampliar el círculo y
cuyo centro tiene que ser Cristo y su Evangelio.

Facebook
WhatsApp
Twitter
LinkedIn
Pinterest

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *

CONTACTA
FORO GOGOA

Tfno. 618 391 739 Email gogoaforoa@gmail.com

This site is registered on wpml.org as a development site.