La actual situación cultural, social y política de nuestro mundo globalizado ha colocado la pretensión salvífica del cristianismo en un contexto difícil, poco transparente y sorprendente, si no increíble. Sin embargo, la misión fundamental del cristianismo es dar razón de su propio nombre: religión mesiánica. Invirtiendo el axioma de S. Cipriano, podemos afirmar que “fuera de la salvación no hay cristianismo”. Más aún, dejando de lado el temor a ser acusados de reduccionismo soteriológico, nos debemos atrever a afirmar que “fuera de la Liberación no hay Iglesia”. Si el cristianismo vivido no otorga liberación/salvación a los hombres y mujeres de hoy, está paradójicamente muerto y a la Iglesia se le puede aplicar el calificativo de institución “zombi” (U. Beck).
En realidad hablar de cristianismo liberador es una tautología. Un cristianismo vivo es aquel que libremente comunica salvación a hombres y mujeres libres. Nos proponemos realizar una revisión crítica de los lenguajes y prácticas cristianos acerca de la salvación alcanzada en Jesucristo y su Espíritu, así como esbozar una propuesta significativa para los hombres y mujeres de hoy, de forma que la predicación de la Iglesia venga a ser un anuncio real y no meramente intencional de la fe.