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Seguridad internacional, mucho más que guerra contra el terror

Frente a la obsesión mostrada por el gobierno de George W. Bush y sus aliados por circunscribir exclusivamente la agenda de la seguridad internacional a la guerra contra el terror, los hechos se empeñan en confirmar que el catálogo de amenazas y riesgos a los que nos enfrentamos es mucho más amplio y que, por otro lado, las respuestas ensayadas en estos últimos tiempos no parecen rendir los frutos deseados para neutralizarlos. Así, por ejemplo, problemas como la propagación del VIH/SIDA nos deberían obligar a reconsiderar nuestra definición de la seguridad, hasta ahora planteada básicamente en términos de seguridad de los Estados, para entender que el centro de nuestros esfuerzos tendría que ser, sin ningún género de dudas, el ser humano.

La apertura hacia nuevos enfoques de la seguridad internacional se inició al final de la Guerra Fría. Se abandonó la idea de que la amenaza nuclear y la acumulación de armas proporcionaban más seguridad a su poseedor, porque alimentaban una carrera de armas desestabilizadora, mientras se dejaban marginados otros asuntos que son causa directa de los conflictos. Conceptos como la seguridad cooperativa o compartida se convirtieron en focos de atención en el campo de la política internacional de seguridad.
El deterioro medioambiental, la pobreza y la exclusión, las pandemias, los efectos desestabilizadores de los movimientos de población, el narcotráfico, el crimen organizado, los comercios ilícitos y, por supuesto, el terrorismo internacional y la proliferación de armas de destrucción masiva, pasaron a formar parte de la agenda tanto de los gobiernos nacionales como de los organismos internacionales.

Desde los EEUU, la única superpotencia actual, el equipo de gobierno, reforzado tras las elecciones de noviembre pasado, viene aplicando en la escena internacional una política que supone un regreso a esquemas que parecían ya superados. Unilateralismo, desprecio del derecho internacional y de los organismos encargados de su custodia y aplicación, protagonismo de los instrumentos militares, recorte de derechos y libertades, simplificación extrema del discurso (el mal llamado terrorismo islamistacomo paradigma del enemigo a batir), establecimiento de alianzas instrumentales con gobiernos de toda naturaleza al margen de su compromiso con valores democráticos o aplicación efectiva de los derechos humanos… En resumen, un paso atrás en búsqueda de esquemas ya periclitados.

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