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LA CUESTION DE DIOS Y EL DESAFIO DE LAS VICTIMAS HOY

Hablamos aquí de víctimas y pensamos en Eta o en el Gal. En Alemania se habla de víctimas y se piensa en Auschwitz. Los filósofos, por su parte, relacionan víctimas con historia como pone de manifiesto el capitán Marlow en la novela “El corazón de las tinieblas” (de Joseph Conrad) : el capitán explica bien a sus satisfechos contertulios londinenses que su bienestar se lo deben a la brutal explotación de las colonias.

Voy a tenerlas en cuenta a todas. La víctima es inocente de ahí que pregunte por la injusticia que sufre. La existencia de víctima nos obliga a preguntarnos por el mal en el mundo, por el sufrimiento del inocente.

Es una pegunta que afecta a todo ser humano como bien vio Dostoyewski al decir “Una sola lágrima de un niño inocente es ya demasiado precio para pagar con ella la armonía universal” (en la” La Leyenda del Gran Inquisidor”). Pero también a Dios. De eso habla el Libro de Job, un libro dramático, sin concesiones, en el que se ponen de manifiesto la hondura, casi trágica, del dolor del inocente. En ese libro encontramos dos posturas muy diferentes. Por un lado Job que interpela a Dios porque él se sabe inocente y entiende que Dios es el responsable en última instancia de los daños que sufre. Job se dirige a Dios. Por otro, los amigos de Job que desvían la pregunta hacia la responsabilidad del hombre. A los cristianos les resulta insoportable la actitud de Job por eso explican el mal en el mundo echando la culpa al ser humano. Dando por sentado que la responsabilidad del ser humano es indiscutible, me gustaría hacer ver cómo esa deriva que exculpa a Dios ha tenido consecuencias que estamos pagando hoy. Hay una grandeza en la actitud de Job que necesitamos tener en cuenta para medir la hondura de la injusticia del sufrimiento del inocente.

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