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EL ROSTRO FEMENINO DE DIOS

En el campo religioso prima el leguaje simbólico a la hora de hablar sobre Dios. Existen metáforas que se corresponden con el mundo de los masculino y lo femenino. Así Dios es luz, infinito, salvación, reino. Pero también cobijo, ternura, misericordia, fidelidad y hasta seno materno. La semejanza del ser humano con Dios se realiza en la pareja y no en cada uno de los sexos por separado.

El hecho de pensar a Dios en femenino introduce todo un factor de inmanencia en su descripción. Deja de ser un ente alejado y pasa a estar profundamente anclado en la realidad. Una filósofa francesa lo llama “el transcendental sensible”. Dios no habita en el cielo sino en el centro cálido de cada ser.

Un Dios que se parece a las mujeres no tiene poder. “Está a la puerta y llama” con la lógica de un amor que respeta y no obliga. El que nos convoca a la trascendencia y a la libertad, nos nutre, nos cobija y responde con ternura a nuestras caídas en el camino.

A lo largo de toda la historia, las mujeres han traído la vida al mundo, han dado de beber y de comer, han vestido, han cuidado a la infancia y a los mayores, han realizado el programa de vida que Jesucristo presentó a sus seguidores para alcanzar el Reino. Las mujeres piden ahora a los varones que compartan esas cargas que antes sólo caían sobre ellas. El lavatorio de los pies es un convite a que toda persona cristiana siga ese ejemplo, con independencia de su sexo.

PONENTE
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