Nuestro sistema fiscal, fuente principal de financiación de las políticas públicas que permiten redistribuir la riqueza, adolece de grandes males. En el momento en que España se mantiene de forma constante nueve puntos por debajo en ingresos respecto a la media europea, podemos afirmar que este modelo no funciona de la forma que debería hacerlo. Las razones de este mal funcionamiento son varias: se suma a un modelo fiscal insolidario, que carga sobre las clases medias y bajas el peso de la recaudación, las dificultades que la globalización ha traído para atar corto el capital y conseguir reducir así las desigualdades que crecen cada día más.
Necesitamos pues una reforma fiscal de gran calado que tenga en los principios de justicia y solidaridad sus pilares fundamentales. Y esta reforma no puede ser abordada solamente desde nuestro país y con un debate puramente técnico, sino que tiene que contar con la complicidad de la sociedad civil y del resto de actores supranacionales. Nos jugamos en ello el modelo de sociedad futuro.