Desde hace casi 60 años un conflicto sangriento azota la zona de Medio Oriente, y enfrenta particularmente a israelíes y palestinos. El estado de Israel fue creado en 1948 sobre un 56% del Territorio Palestino. Ese territorio se ha dilatado en el curso de los años hasta un 78%. Y, desde la guerra de 1967, Israel sigue ocupando el resto del territorio que queda de la Palestina histórica, es decir, el 22% restante. En estos territorios ocupados, Israel ha fomentado la creación de 170 asentamientos, con más de 400.000 colonos judíos.

Esta situación no sólo vulnera la legalidad internacional, sino que representa un factor decisivo para la prolongación del conflicto. Sin la intervención de la Comunidad Internacional para poner fin a la ocupación y permitir la creación de un Estado Palestino soberano, al lado del Estado Israelí, vamos a asistir a un deterioro dramático de la situación, a una radicalización de las opiniones, y a un ciclo de violencia sin fin.

Es preciso crear las condiciones de una reconciliación entre los dos pueblos, asentada sobre las bases concertadas en la Conferencia de Madrid de 1991 y los Acuerdos de Oslo 1993, es decir, paz por territorio. Toda otra solución -guerras sin victorias, ocupación duradera, cerco del Pueblo Palestino, y venganzas sangrientas- no puede conducir sino a un atolladero y una amenaza real para la paz mundial.