En septiembre del año 2000, cuando acababan el siglo y el milenio, 189 jefes de Estado y de Gobierno firmaron la “Declaración del Milenio”, en el marco de la Asamblea General de las Naciones Unidas. La Declaración incorporó, en forma de compromisos, un conjunto de objetivos y metas.
Los 8 objetivos son una especie de agenda social y medioambiental para los 15 primeros años del siglo XXI. Erradicación de la pobreza extrema y del hambre, mejora en el acceso a la educación, promoción de la igualdad entre sexos, reducción de la mortalidad infantil, mejora de la salud materna, combate de pandemias, y sostenibilidad medioambiental son los ocho objetivos.
Tales objetivos son una visión muy parcial y poco ambiciosa, rebaja de todos los planes de acción propuestos, formulación muy reducida de lo que debería ser la agenda social de la globalización. Son, además, una propuesta formulada por los países ricos, no por los empobrecidos. Se debate si se trata de una propuesta neoliberal o no. Pero hay consenso en que permiten denunciar el sistema económico dominante, causa de la desigualdad, y en la necesidad de exigir su cumplimiento, porque, si se lograra, en el año 2015 el panorama mundial habría empezado a cambiar.
Dentro del “Llamamiento mundial contra la pobreza” que programa campañas de movilización en 120 países, en el nuestro hay una “Alianza contra la pobreza” que reúne a mas de un millar de organizaciones, que promueven la Campaña “Pobreza Cero” y pretenden un Pacto de Estado contra la pobreza que involucre no sólo al Parlamento y Gobierno centrales, sino también a los de las Comunidades Autónomas.