La pandemia del Covid ha puesto a la ciencia en el escaparate y ha revelado su importancia decisiva para el futuro de la humanidad. También ha revelado que, la ciencia no puede aportar certezas absolutas, algo que los científicos saben bien, y la necesidad de entender correctamente cómo funciona la ciencia.
La Covid ha puesto en evidencia nuestra profunda fragilidad. No somos “homo deus”. Ha revelado, las debilidades políticas, sociales y morales de nuestra sociedad. Nos enseña la necesidad de un diálogo fructífero entre las diversas ramas del humanismo. Debemos repensar la relación entre nosotros y especialmente con el entorno natural.
Esta crisis del Covid-19 nos ha enseñado la importancia y la necesidad de la solidaridad y la ética. Por un lado, está la solidaridad internacional para con los países pobres, aunque solamente sea por pragmatismo. Sin ella, el virus mutará y volverá. Y está también la solidaridad intergeneracional para con aquellos que tanto nos han dado y ahora son mayores. Pero hay otra muy importante, y es la solidaridad con el futuro, con nuestros jóvenes. ¿Qué mundo les vamos a dejar? ¿Qué medios para afrontar los imprevisibles desafíos?
Frente a beneficio, interés económico, desarrollo destructivo, necesitamos, citando a Saramago, conciencia. La ciencia actual no contesta a todo, está en una fase primitiva e infantil, pero es lo mejor que tenemos, la gran esperanza de la humanidad. Tiene límites absolutos y relativos. Necesitamos ciencia con conciencia.