El proceso de globalización nos ha mostrado la gran fuerza social, cultural y política que tienen las religiones. Éstas ejercen un rol público importante en las democracias avanzadas. Hay dos formas de presencia pública de la religión y de las instituciones eclesiales.
La primera – especialmente fuerte en Estados Unidos, Italia y España – constituye un fundamentalismo ético-religioso, con implicaciones políticas, heredero de los integrismos tradicionales. La segunda conecta la inspiración religiosa de transformación social con la producción de ciudadanía políticamente activa y la profundización de la democracia. Es una nueva forma de radicalismo social religioso vinculado con un cristianismo laico y republicano y con los movimientos por una globalización alternativa que confluyen en el Foro Social Mundial de Porto Alegre.
¿Son compatibles la democracia laica y la religión pública? ¿Se pueden establecer sinergias entre ambas o es necesario impulsar políticas de privatización y expulsión de la religión de la vida pública? Estas preguntas, reflejo de un problema de fondo con tantas implicaciones políticas, están muy presentes en los debates políticos y culturales en Europa y América.