La transmisión de la fe, que atraviesa una grave crisis en la mayor parte de los países occidentales de tradición cristiana, ocupa el primer plano de las preocupaciones de la Iglesia y de las comunidades. Abundan en nuestro país excelentes estudios sociológicos que describen esta crisis. Conocerla bien es indispensable para abordarla e intervenir. Esta, como toda situación histórica, es un verdadero lugar para la revelación de Dios, y una oportunidad para purificar y revitalizar la vía cristiana.
De la reflexión creyente sobre Dios se obtienen algunas pistas para posibles respuestas que ayudan a vivir la crisis de la comunicación de fe sin la irresponsabilidad que supondría ignorarla, pero también sin la angustia o culpabilidad que sienten las comunidades por ver cerrado su futuro. Urge buscar nuevos procedimientos respetuosos con la secularización y con la peculiaridad del acto personal de fe.
Según la verdadera tradición cristiana, lo transmitido es la persona de Cristo viviente, contemporánea de todos los tiempos y que no se deja fijar, inmóvil, en ninguna figura heredada de anteriores generaciones creyentes. La tradición se recrea en experiencias comunitarias de fe, en prácticas y decisiones que sólo perpetúan el pasado, separándose de él para reinterpretarlo en el presente. La cadena de la tradición no es más que una secuencia de rupturas instauradoras.