La educación es clave para el desarrollo personal, tiene alcance civilizatorio, es determinante para la creación de mejores condiciones de vida personal y comunitaria, pero así mismo es un factor de transformación social.
A su vez ha hecho y hace por combatir la exclusión como nada ni nadie podría hacer al margen de ella. El conocimiento la ciencia, la investigación, la innovación, el desarrollo son la expresión de la cultura y la educación que combaten la pobreza y la miseria del mundo y que generan empleabilidad y bienestar. Desde el máximo respeto a la singularidad se trata de no reducirla a puro individualismo egoísta. Tiene por tanto una dimensión social y es siempre un bien público. Por ello la equidad adopta la forma de la igualdad de oportunidades pero, asimismo el reconocimiento de la igualdad de derechos en un espacio de singularidad y de diferencia.
Por ello la educación ha de ser intercultural, inclusiva y ha de alcanzar a todos y cada uno a todas y cada una de los ciudadanos. Sólo así tendrá en efecto calidad, que se sustenta en la equidad y en la diversidad y que no es puro “resultadismo”. En un mundo complejo y difícil la educación de calidad, con equidad que asoma la diversidad como riqueza y posibilidad es el camino para afrontar la crisis actual. Es la mejor política social y es la mejor política económica.