Los últimos informes de Caritas y los datos de su red de acogida muestran una sociedad más pobre, más desigual y más injusta socialmente. Crece la demanda de escucha, de atención cordial, de cercanía y proximidad. Y, como consecuencia de la prolongada crisis, está cambiando de forma profunda la vida de muchas familias, cuya pobreza se ha hecho crónica.
A la hora de atender a la realidad de pobreza y exclusión es necesario educar la mirada y la acción. Mirar a toda la realidad. Y recuperar y mejorar los deteriorados sistemas de protección social, focalizando la atención en las personas y grupos más empobrecidos, y coordinando los recursos públicos con las iniciativas de la sociedad civil. Pero acabar con la pobreza no es sólo una cuestión económica. Tiene que ver con la dignidad de las personas y sus derechos, con un empleo de calidad, con opciones políticas, con relaciones sociales y con valores.
La opción preferencial por los pobres es la perspectiva de una nueva humanidad. Defender la causa de los pobres significa renunciar a privilegios que tenemos; la solidaridad del futuro no será dar de lo que nos sobra, sino decidir a qué estamos dispuestos a renunciar para que otras personas puedan vivir.