Cuando leemos y releemos las cifras con las que nos quieren visualizar la pobreza en el mundo, ¿Creemos realmente que detrás de esas cifras no está la mano de hombre y mujeres poderosos?

Si exigiéramos poner en La Constitución “Queda abolida la pobreza”, nos tratarían de utópicos y fuera de la realidad. Sin embargo estas utopías son las que han hecho progresar al hombre a lo largo de la historia.

Existen responsables directos de la pobreza y no son la sequía ni la fuerza arrolladora de terremotos y tsunamis. Unos indican que es el resultado de la negligencia y la discriminación que ejercen los gobiernos e instituciones internacionales. Otros indican que el responsable es el mercado, un espacio donde nadie se hace responsable. Con la globalización económica esto todavía se ha acentuado más.

En el mundo que nos ha tocado vivir son las decisiones políticas las que lleva a millones de personas hacia la pobreza. Los cambios en las leyes sobre impuestos, relaciones laborales, Seguridad Social, en el acceso a la educación o la salud, tienen un impacto real sobre la vida de millones de personas.

El Fondo Monetario Internacional, El Banco Mundial y la Organización Mundial del Comercio con los programas de ajustes estructurales reducen hasta la insignificancia los ya precarios servicios públicos de muchos estados.
La pobreza no es inevitable, no es la parte dolorosa pero irresoluble del ser humano global. Sus causas no son naturales, hay responsables y puede ser abolida. También debemos exigir que las políticas públicas se encaminen a la reducción de la pobreza en nuestro país.