Hoy en día resulta imprescindible pensar en otros modos de realizar actividades económicas. Los problemas que produce el neoliberalismo globalizado son muchos, y cada día afectan a más personas: insostenibilidad medioambiental, desigualdad extrema, bienes básicos sujetos a especulación, decisiones de gobierno condicionadas por organizaciones no sujetas a control democrático alguno, países enteros en manos de “mercados”,… Sin embargo, la gestión de esta larga crisis parece mostrar que hoy no es posible pensar en que se promueva una alternativa a nivel mundial al neoliberalismo, y muy especialmente al sistema financiero, que es su núcleo. Las llamadas a su refundación o, al menos, a una profunda revisión, realizadas tras el crack financiero desde muy diversos ámbitos, finalmente han quedado en nada. ¿Quién lo haría? ¿Quién tiene el poder y la capacidad de hacerlo? Y, sobre todo, ¿quién tendría la motivación?
Ante la dictadura de los mercados y la incapacidad de los poderes públicos, ¿cuál es el lugar para una respuesta ciudadana responsable? Las expresiones públicas de indignación en diversos países ¿suponen un punto de partida? ¿es posible conectarlas con esa necesaria superación de los mecanismos de funcionamiento del neoliberalismo, especialmente de su núcleo financiero?
La profundización en los mecanismos sociales impulsados por la ciudadanía que propongan y promuevan alternativas es un reto ya hoy insoslayable. Nuestra condición de personas consumidoras nos reconoce un poder, y por lo tanto una responsabilidad, que, en el contexto actual, resulta de gran importancia para frenar una deriva que amenaza con enterrar los logros sociales de las últimas décadas.