Si el tema propuesto es central en la vida de la fe, lo es también en el horizonte de preocupaciones que ocupan el pensamiento de Torres Queiruga desde los años setenta. En el contexto de un abandono decidido del marco premoderno y de diálogo valiente con la cultura actual, – sin lo que no se verían para el cristianismo posibilidades de futuro,- dos inquietudes le obsesionan al teólogo. Por un lado el malentendido que ha llevado a Occidente a interpretar como una oscura carga lo que no era sino manifestación y donación del Amor más puro e incondicional, y un luminoso ofrecimiento de gracia. Y, por otro, desde este Amor con mayúscula, que, en Jesús, afirma al hombre en su más profunda autonomía, los dualismos entre lo sagrado y lo profano, entre lo que “pertenece a Dios” y lo que nos pertenece a nosotros. Contra dichos dualismos, Torres Queiruga tratará de mostrar que todo es a la vez santo y profano, que comer y dar de comer puede ser tan santo como rezar, que trabajar por la solidaridad y la justicia es también, de algún modo, conocer a Dios: a ese Dios que apuesta sin ambigüedades por el pobre y lo defiende.