La teología cristiana se ha hecho a partir de la realidad del pecado, para salvarnos de él y sus consecuencias. Pero no se ha hecho desde las víctimas del pecado. Por eso la teología, la moral y la espiritualidad se han centrado en la lucha contra el pecado, pero no en la lucha contra el sufrimiento. El centro de las preocupaciones de Juan Bautista fue la predicación contra el pecado y los pecadores. El centro de la vida y el mensaje de Jesús fue la liberación del sufrimiento humano. Pero hoy vemos, con desconcierto y sorpresa, que la Iglesia sigue más los caminos de Juan Bautista que el proyecto de Jesús. De manera que esta Iglesia nuestra, por luchar contra el pecado, no ha dudado en causar enormes sufrimientos. Y la consecuencia ha sido el cúmulo de víctimas del pecado: 1) Dios, al que hemos deformado.
2) Jesús, del que hemos hecho un hombre programado para
sufrir, en lugar de un profeta de la libertad y la felicidad.
3) La Iglesia, que resulta inaceptable para demasiada gente.
4) La moral, centrada en “deberes” pesados y no en las
“necesidades” de los demás.
5) La espiritualidad que enseña que a Dios le agrada el dolor,
la renuncia y el sufrimiento.
De todo esto se ha seguido le enorme crisis en que hoy se ve metido el cristianismo. ¿Hay solución? ¿Por dónde tendría que ir?