Roberto Casas: “Erlijioa kontsumo-ondasun bihurtzen ari da. Gazteentzat ez du garrantzirik

Roberto Casas, Teologian doktorea, Filosofian lizentziatua, Bilboko Elizbarrutiko diakono iraunkorra, ezkonduta eta bi seme-alabarekin.

Foro Gogoan hitzaldi hau esan zuen ““Zer gertatzen ari da fedearen transmisioarekin?: diagnostikoa,                      erronkak eta horiei heltzeko arrastoak”

Alberto Lafarga

Para hablar de transmisión de la fe primero tenemos que ponernos de acuerdo en qué entendemos por fe.

–Así es, sin duda. La fe, en el ámbito cristiano, es una respuesta personal a una experiencia de encuentro con Jesucristo, que brota de ese mismo encuentro, y que se debe a la iniciativa exclusiva de Dios. Por lo tanto, se trata de un acontecimiento en la vida de esa persona que puede ocurrir o no, pero que no se puede forzar, no se puede transmitir como tal.

Dicho así, puede parecer que no queda en nuestras manos.

–Solo en cierto modo, pues sí que está en nuestras manos crear ese “humus” que la hace posible y que tiene en cuenta las tres dimensiones de cualquier experiencia humana: la afectiva, la cognitiva y la cultural. La realidad es que las personas interpretamos todo lo que nos pasa desde un universo simbólico concreto. Sólo si se ha adquirido un bagaje simbólico suficiente es posible que los fenómenos que nos ocurren, los eventos sensoriales, se conviertan en una experiencia que tiene un significado.

¿Existen modelos diferentes de transmisión de la fe a lo largo de la historia?

–Ha habido un modelo que llamamos el modelo proposicionalista. Este modelo enfatiza los aspectos cognitivos de la religión y subraya los modos en los que las doctrinas eclesiales funcionan como proposiciones informativas o pretensiones de verdad acerca de realidades objetivas. Es el enfoque de las ortodoxias tradicionales, el del modelo, por ejemplo, del catecismo de Astete y el del Vaticano I.

Entonces, la fe cristiana podría quedar reducida a un conjunto de verdades.

–La fe es más que un conjunto de verdades. Por ese motivo hay que hablar de un segundo modelo de transmisión, que es el modelo experiencial-expresivista. En este caso la fe es, además, un conjunto de sentimientos, actitudes y orientaciones existenciales interiores, una experiencia firme y segura del amor que Dios nos tiene.

Esas experiencias existenciales, ¿están condicionadas por el momento cultural en el que surgen?

–Siempre ha sido así y, por supuesto, sigue siendo así. De ahí que es imprescindible hablar de un tercer modelo de transmisión de la fe que llamamos el modelo cultural-lingüístico. En este caso ponemos el acento en que la fe es un fenómeno comunitario, que configura la subjetividad de las personas y que, como tal, incluiría un vocabulario de símbolos discursivos y no discursivos. El reto de la transmisión de la fe habría que plantearlo del mismo modo que se aborda la cuestión del aprendizaje de una lengua o de la adquisición de una cultura.

No parece que el resultado haya sido exitoso. ¿En qué hemos fallado?

–La respuesta a esta pregunta es compleja puesto que hay causas que podríamos llamar extraeclesiales, derivadas de los cambios que va experimentando nuestra sociedad, y otras que son más intraeclesiales, donde debemos hablar de aquello que como iglesia no se está haciendo bien del todo y lleva a que la iglesia vaya perdiendo credibilidad en un mundo que cambia tan rápido.

Profundicemos en las causas extraeclesiales que dificultan la transmisión de la fe.

–Estamos viviendo grandes cambios en un contexto sociocultural en el que podríamos decir que está emergiendo un nuevo sujeto en nuestra sociedad. Quienes componemos la Iglesia, en general, nos hemos olvidado bastante del contexto sociocultural en el que estamos. Puedo citar algunos elementos que condicionan nuestro modo de ser y de vivir hoy, como el triunfo del modelo neoliberal en la estructuración socioeconómica, la crisis de los valores e ideales modernos y la emergencia de la postmodernidad, la globalización y su correlato glocalizador, o bien el desarrollo tecnológico y la digitalización, que han cambiado radicalmente el mundo, especialmente nuestras experiencias de acceso a la información y de comunicación interpersonal.

Habla de un nuevo sujeto en la sociedad. ¿Qué le caracteriza?

–Está desengañado y eso lleva a una reacción relativista, nihilista, en la que nada importa en realidad porque todo es posible. Identidades siempre nómadas y eclécticas: hay mucha dificultad para construir una identidad unificada, estable, porque aquí hay que adaptarse. Hoy estamos en un cambio constante. Adoptamos múltiples roles en las diferentes circunstancias del día, que incluso nos demandan una personalidad plástica, en palabras de José Antonio Marina, en la que puedan convivir diversas imágenes del yo. Dominio de la cultura del yo, en donde lo psicológico es lo que se impone sobre lo sociológico. Al final, el objetivo muchas veces es estar a gusto con lo que hago, no hacer lo que realmente quiero hacer o ver quién soy, no hacerme preguntas profundas, sino estar agusto con lo que hago y que no me provoque traumas. Por otra parte, vivimos el mundo de las nuevas tecnologías de la información y estamos hiperinformados, pero también más aislados.

¿Estamos viviendo una crisis de la religión, de las religiones?

–Sin duda estamos sumidos en un proceso intenso de secularización. Según Perez Agote, ésta se produce en tres olas: la primera es el tiempo del anticlericalismo; la segunda es un proceso pasivo de pérdida de interés por lo religioso y la Iglesia; la tercera ola ya es ignorancia, lejanía o irrelevancia de lo religioso, especialmente en las generaciones jóvenes. Antes había un modelo único de creer cerrado, bien definido por una autoridad basada en la tradición, pero ahora el sistema de creencias es complejo, heterodoxo, fruto de múltiples referencias religiosas. En cierto modo la religión se va convirtiendo en un bien de consumo más (Vincent Miller), la encuentras en el mercado como cualquier otro producto.

¿Pero la iglesia también tendrá alguna responsabilidad?

–Lo que es un hecho indiscutible es que la imagen pública de la iglesia está deteriorada; podemos discutir si de manera merecida o no. Tenemos una Iglesia que ha estado poco atenta al cambio sociocultural y, por lo tanto, que no se adapta a las nuevas formas culturales de vivencia de la fe. Han surgido nuevos lenguajes, hoy en día la juventud se expresa con unos lenguajes radicalmente diferentes. El catolicismo ambiental, de mayorías, de grandes masas de creyentes, no siempre ha supuesto experiencia de fe profunda. Venimos de un modelo en el que el sujeto eclesial era el clero, que había acaparado todas las funciones de la comunidad cristiana, pero nos hemos ido dando cuenta de que el sujeto fundamental de la transmisión de la fe es el pueblo cristiano, somos los laicos y laicas, y eso es un cambio fundamental.

¿Cuáles son los desafíos a los que se enfrenta la transmisión de la fe?

–Podemos identificar algunos desafíos importantes en cada uno de los escenarios en los que podemos estructurar nuestra realidad. Por ejemplo, en el escenario cultural, el desafío de la increencia y de los nuevos ateísmos. En el escenario social, el fenómeno migratorio y la globalización. En el escenario politico, el cuidado de la creación y el futuro de nuestro planeta. En el escenario comunicativo, la revolución digital. En el escenario religioso, el pluralismo.

¿Cómo es este nuevo ateísmo?

–No sólo plantean argumentos en contra de la religión, como siempre ha hecho el ateísmo, sino que además afirman que la religión es algo que hay que eliminar, que ha sido el origen de que la humanidad no haya podido avanzar y que no hay nada salvable en ella.

¿Cómo responde la comunidad cristiana a este reto?

–Pues bueno, en primer lugar, si queremos demostrar que Dios no es una proyección de nuestros deseos, lo primero que tenemos que hacer es dejar a Dios ser Dios, dejar a Dios ser libre, dejar a Dios que se muestre tal y como es. Porque Dios no nace del anhelo de superar la fragilidad, la muerte, la ignorancia y la maldad del ser humano, sino que en el origen de la imagen cristiana de Dios está un Dios frágil, un Dios crucificado del que hablaban Moltmann o Ellacuría. Mostrar cómo el seguimiento del Crucificado nos lleva al compromiso con las personas crucificadas del mundo. Eso no demuestra nada, pero por lo menos desmonta el argumento de que la religión sea algo nocivo.

¿Cómo afrontar el fenómeno de las migraciones?

–En lo social, sin duda, uno de los retos importantes es este fenómeno migratorio y el tema de la globalización del que ya había hablado antes, y que, claro, pone en peligro la paz y la supervivencia. La propuesta cristiana es la inclusión, es el servicio a las personas damnificadas por cómo está construido el orden social, político, económico. Porque, usando las palabras de Benedicto XVI en “Caritas in Veritate”, la sociedad cada vez más globalizada nos hace sentirnos más cerca, pero no nos hace más hermanas o hermanos. Entonces, se nos llama a humanizar la globalización y luego a globalizar la solidaridad.

Frente al reto ecológico ¿Qué dice la Iglesia?

–La ecología es una de las sensibilidades más grandes ahora mismo de las nuevas generaciones. La propuesta cristiana se ve clara en la encíclica Laudato Si’ del Papa Francisco. Frente al paradigma bíblico del “dominarás la tierra” se pasa a una visión de Dios reflejado en su creación y cómo, de este modo, conocer la creación es también conocer a Dios.

¿Cuáles son las claves para abordar todos estos desafios?

–En primer lugar, volver a la fuente y proponer itinerarios personales. La fe es una experiencia de encuentro con Dios y hay que proponerla por medio del testimonio de vida de las personas creyentes. En segundo lugar, con la raíz puesta siempre en el encuentro personal con Jesucristo. Y en tercer lugar, es muy importante volver a revisitar nuestra propia historia, nuestra propia tradición y rescatar lo más rico, lo que nos identifica, lo que podemos aportar para preparar el encuentro con Jesucristo en una sociedad plural, multicultural y secularizada.

¿Qué lecciones podemos recatar de la historia de la Iglesia que nos iluminen el presente?

–Por ejemplo, la historia de una Iglesia volcada en la educación espiritual y el acompañamiento hace que no necesitemos recurrir a tradiciones orientales, pues contamos con grandes maestros y maestras de la espiritualidad cristiana. O el modo en el que la fe ha sido vivida como experiencia de sentido, de gozo y de esperanza. La iglesia ha sido también, a lo largo de la historia, escuela de compasión, de libertad y de creatividad. Podemos además aportar la opción por la no violencia y una lectura alternativa del conflicto desde la centralidad del perdón y la reconciliación, o la conciencia ecuménica desde la pluralidad de manifestaciones cristianas y siempre con un anuncio humilde de la fe.

¿Puede la Iglesia recuperar la credibilidad que ha ido perdiendo?

–Hemos perdido el reto de la credibilidad y debemos asumir la humildad, la fragilidad, la falibilidad. Empecemos por reconocer la larga historia de connivencia con los poderes de este mundo. Hay cantidad de dimensiones que han emergido en el mundo moderno que estamos muy lejos de haberlas reconocido, como la más que evidente discriminación de las mujeres en la Iglesia. También hay que reconocer que en la comunión de bienes y la transparencia económica la iglesia no ha sido modélica.

¿Qué podría decir a las madres y padres preocupados por transmitir la fe a sus hijos e hijas?

–La cuestión es que hay crear un humus simbólico para expresar todas esas experiencias y toda esa vivencia de la fe como algo que lleva a comprometerse en todos los ámbitos y a experimentar a Dios como alguien que no soporta la injusticia y que reacciona frente a ella. Esas experiencias hay que vivirlas quizá como explícitamente religiosas. Por otra parte, quizás podemos pensar que Dios ha querido que el ser humano se haga adulto y que todo lo que Él es lo llamemos valores o principios, pero yo creo que tampoco deberíamos reducir a Dios a los grandes valores; Dios siempre va más allá.

¿Podríamos decir que, desde un punto de vista cristiano, lo más importante es la caridad?

–Evidentemente esto tiene que ser algo que forma parte de las evidencias básicas de cualquier creyente. Pero, en cualquier caso, en la base tiene que estar la experiencia de que hay una esperanza, de que el mal y la injusticia no tienen la última palabra. Y esto es una experiencia que llevamos en vasijas de barro, porque es mucho más grande que nosotras y nosotros mismos.

¿Cómo le gustaría concluir?

–Si transmitir la fe es algo parecido a favorecer el aprendizaje de un idioma o la adquisición de una cultura, la única estrategia es la inmersión en unas formas de vida que nos hagan interiorizar los modos cristianos de vivir como propios. Todo lo que hagamos que no vaya en esta dirección va a tener muy poco fruto. Ahora bien, el problema es qué modos de vivir, qué formas de vida identificamos como cristianas, y ahí tenemos muchísima pluralidad. Poco a poco todas las personas que nos confesamos seguidoras de Jesús tendremos que ir encontrando formas de vida que nos vayan identificando.

JON ILLESCAS, Doctor en Sociología, Licenciado en Bellas Artes y profesor,impartió el pasado 9 de febrero, invitado por Foro Gogoa, una conferencia en la que habló sobre el impacto de la cultura del videoclip en la población joven, con el título “McMúsica, pantallas y educación tóxica”.

“Una educación tóxica es un consumo estéril de tiempo y recursos cognitivos en la adolescencia, una falta de concentración y rendimiento en los estudios”.

“Un adolescente de 14 años consume 33 horas de videoclips al año que le animan a consumir drogas ilegales y cero horas de video clips que le adviertan del peligro de la misma”.

“Cuanto más valores las cosas, menos valoras a los seres humanos”.

“En el tramo de 14 a 16 años, los jóvenes dedican 11,36 horas diarias a las pantallas y en secundaria las horas de pantalla superan a las horas de sueño, en una edad donde es tan importante el sueño”.

“El segundo factor de riesgo para el desarrollo de una actitud agresiva es la violencia en las pantallas, muy por encima del abuso parental”.

Jon Illescas compartió pantalla y también interesantes reflexiones sobre música, pantallas y educación tóxica. Lo hizo para explicar por qué lo que la juventud aprende a través de las pantallas es contrario a una educación respetuosa con los derechos humanos. Habló de las razones por las cuales la cultura popular está repleta de toxicidad pedagógica.

Ante la imposibilidad de hacer la habitual entrevista al ponente, recojo lo más importante de su conferencia.

Isidoro Parra.

Una temática tan apasionante y tan importante, como ignorada por una gran parte de la sociedad

En su tesis doctoral, en Sociología, Jon Illescas investigó cómo la música mainstream influía en los jóvenes a la hora de su cosmovisión, cuáles eran los valores que asumían, cuál su educación. Después siguió trabajando en el tema con la realización de múltiples encuestas y muestras de investigación, así como con la publicación de sus dos últimos libros, “La dictadura del videoclip” y “Educación tóxica”.

“Educación tóxica”, un término de gran calado

Considera que una educación tóxica es un consumo estéril de tiempo y recursos cognitivos en la adolescencia, una falta de concentración y rendimiento en los estudios. Es profesor de secundaria y bachillerato, y sabe de lo que habla. Supone que también los padres y madres lo saben: insomnio, sueño insuficiente o de mala calidad, promoción de valores nocivos para el desarrollo del menor como individuo o en sociedad, que fomentan la anomia, narcisismo clasicista y sí, clasismo, hiperindividualismo, cosificación de las personas, etc.

Esas consecuencias citadas son de una gravedad rotunda

Considera que también debemos pensar en consecuencias que tienen que ver con un anti-ecologismo por su culto desaforado al hiperconsumo, una apología constante al consumo de drogas legales e ilegales, una hiper sexualización de las relaciones sociales, prematura de niños y púberes, algo que seguramente mucha gente habremos visto ya y que cada vez va ganando terreno y se produce antes.

Algunos datos y ejemplos

Por una parte, el tema tiene que ver con las horas de pantalla de las que hace uso la juventud. Por poner un ejemplo, en un estudio realizado hace unos años, en el tramo de 14 a 16 años, dedicaban 11,36 horas diarias a las pantallas, en secundaria las horas de pantalla superaban a las horas de sueño, en una edad donde es tan importante el sueño.

Sobre los contenidos en las pantallas

Hay que fijarse en los referentes que siguen en las pantallas, que, al final, son sus modelos educativos. Dice esto porque la gente joven también tiene, evidentemente, a sus profesores y profesoras y hasta les pueden caer bien y admirarlos, pero mucha gente joven, a una edad, se sienten presa y tienden a ver a personas más jóvenes que, generalmente, viven del mundo de la

música y las redes. El videoclip sigue siendo el producto audiovisual más consumido por la población mundial. El 95% de los vídeos más vistos de YouTube son videoclips. Un chaval o una chavala de 14 años consume más de 2.700 videoclips y 22.000 canciones al año, 7 videoclips y 6 canciones diarias aproximadamente.

Cambian los referentes

Según el ponente, ahí está el gran problema. Lo que tenemos que ver es qué tipo de música están consumiendo y qué tipo de videoclips. Para centrar el tema, es importante que sepamos que estas cuatro compañías multinacionales, Universal Music Group, Sony Music, Warner Music Group y You Tube, deciden la música que apoyan que, en general, es la que más rentabilidad les da.

… y los contenidos

Hablando de esos videoclips que ha comentado, que suponen el 95% de los más vistos, ninguno habla de lo colectivo; todos ellos hablan de un individualismo posesivo y consumista, capitalista. Lo sabe quien haya visto algún vídeo de reggaetón, una exaltación del narcisismo, una competitividad permanente, hiper sexualización. Son videoclips que cualquier adolescente puede ver con un clip o con tocar la pantalla.

… influyendo en el desarrollo de la adolescencia

En nuestro cerebro, y en el de toda la gente joven, el lóbulo frontal es el encargado de que tengamos racionalidad, de que tomemos las decisiones conscientes. Cuando a los chicos y a las chicas en edad de explosión hormonal sexual le ponen imágenes con un alto contenido erótico, lo que les pasa es que el lóbulo frontal se desactiva, se hacen unos zombis del contenido que estén viendo. Si los sujetos mostrados les atraen desde algún punto de vista y la industria puede vender el mensaje que quiera porque no tiene ese filtro, están más expuestos que nunca.

Hay una actitud positiva frente al consumo de drogas en estos vídeos. En este punto puede haber alguien que opine que siempre ha habido música que tenía un culto a las drogas o que la droga salía como algo chulo. Pero el problema es que no estamos hablando de grupos minoritarios o de tribus urbanas. No, estamos hablando de la música que llega a las masas. Ese es el cambio cualitativo. Una persona adolescente de 14 años consume 33 horas de videoclips al año que le animan a consumir drogas ilegales y cero horas de video clips que le adviertan del peligro de la misma.

Demasiada violencia y agresividad

Pues aún hay más; en estos vídeos también hay un porcentaje importante que son agresivos. Según los resultados de una investigación que hizo el doctor Craig Anderson, el segundo factor de riesgo para el desarrollo de una actitud agresiva es la violencia en las pantallas, muy por encima del abuso parental. No estamos hablando de ninguna broma. No olvidemos tampoco que el 32% de los vídeos musicales más promocionados tienen un culto explícito al dinero y las estadísticas no dejan de subir.

Son los directores de las multinacionales los que deciden

La iconografía es muy clara, es totalmente propagandística. Jon Illescas cree que este nivel de propaganda es similar al de regímenes totalitarios en sus peores años de propaganda política. Es una cuestión social. Son los directores de las multinacionales los que deciden qué videoclips van a consumir la población mundial. Así de claro lo digo.

Una selva en la que se fomenta el individualismo

Un tal Karl Marx ya nos dijo que “La desvalorización del mundo humano crece en razón directa de la valorización del mundo de las cosas”. Es decir, cuanto más valoras las cosas, menos valoras a los seres humanos. Ese sería un buen principio para ir pensando en nuestras decisiones.

Esta problemática nos deja en una selva en la que se fomenta la potencialidad del individualismo, del narcisismo y la competitividad, la hiper sexualización, la cosificación de las personas, el fomento de adicciones y la drogodependencia, la agresividad y la violencia, el culto al dinero y a la riqueza, insensibilización respecto a la producción artística más profunda y compleja.

Interesa una música más sencilla, más rentable y más barata

Lo que interesa es hacer una música cada vez más sencilla, más rentable y por tanto más barata, donde las personas que hacen música sean menos cualificadas y se les pague menos, donde sean sustituidas por tecnología, incluidas las y los cantantes que cada vez utilizan más el “auto tune”, esa tecnología que hace que la gente que no sepa entonar entone y cada vez tienen esas voces más robotizadas. Bueno, pues como cada vez hacen una música más sencilla desde un punto de vista armónico, cuando a esa juventud se le da obras un poquito más complejas, no es capaz de entenderla, la ve con extrañeza. Todo esto lleva a un fomento de la falta de empatía. Y esto, evidentemente, al control socio político.

Por una parte, lo único que ha mejorado desde la música de los 70 es que cada vez los discos están grabados a mayor volumen, precisamente para llamar la atención; pero hablando de lo económico, por ejemplo, en Spotify te pagan a partir de los 30 segundos. Entonces, si tú tienes una canción de seis minutos, yo qué sé, de pop, pop rock o lo que sea, y otra persona tiene dos canciones de reggaetón de tres minutos, al de reggaetón le pagan dos veces y al de Pop Rock o rock le pagan una. Por tanto hay una tendencia desde un punto de vista capitalista, que es hacer las canciones cada vez más cortas. De hecho, hay muchas canciones que ya no llegan ni a los tres minutos y tienen de los 2,30 a los 2,50 minutos.

Un imperio de pantallas que produce una educación tóxica

Algunas personas de las que lean este artículo conocerán a Kitty Berry, cantante norteamericana de gran audiencia. El Pentágono utilizó su grandísima fama y decidieron darle dinero para hacer un videoclip que fuera propagandístico y que convenciera a mujeres de las ciudades interiores de Estados Unidos, con alta tasa de pobreza y de desempleo, para meterse en el cuerpo de Marines. Al final tenemos un imperio de pantallas que más que esa música dominante produce una educación tóxica, mercancías culturales y reproductoras de hegemonía. Al final, sostiene el sistema; y no sólo lo sostiene, sino que lo acelera y hace que muchas personas, pese a que viven vidas cada vez más sometidas, no se rebelen. Y sobre todo cuando tienes a la juventud más capitalista que sus propios padres, pues no te tienes que preocupar de ninguna rebelión ya que, si la juventud está absolutamente pasota y convencida de que el sistema en el que vive es el más justo y el mejor de los posibles, no hay nada que hacer.

Sobre la lectura versus al uso de pantallas

Illescas citó algún dato sobre el nivel de lectura por parte del profesorado. Según el estudio que se hizo hace unos años, cuatro de cada diez profesores de secundaria leían tres o menos libros al año. En primaria, eran seis de cada diez los que leían menos de tres libros al año. ¿Qué ocurriría si los profesores y las profesoras dedicasen el mismo tiempo a la lectura que el que dedican a las pantallas? Pasaría lo siguiente: que leerían trescientos libros de trescientas páginas al año, de tipo novela, que es el género más leído entre el profesorado.

El papel que les queda a los padres y madres en esta situación

Les queda una difícil e incómoda tarea: vigilar, reconducir. Una de las cuestiones que deberían hacer es no ser permisivas con todo esto. Esto es algo muy serio. La infancia y la adolescencia están en un momento de su vida en que son esponjas y hay que llevar mucho cuidado con lo que onsumen, y evidentemente sabemos que lo tenemos todo en contra. Sin ir más lejos, recientemente la ministra de Igualdad, tal vez porque lo sentía o porque era oportunista decirlo para arrancar votos, dijo que a ella le gustaba Bad Bunny, uno de los que aparecen en esos vídeos tirándoles billetes a las bailarinas en las nalgas, uno de esos que en otra canción decía que era un cabrón y otras cosas. La ministra alardea de que lo escucha.

Los padres y madres y el profesorado tienen que actuar con dureza con esto. No tienen que transigir. El ponente comentó que, por ejemplo, tiene algunas asignaturas como Cultura Audiovisual, etc. en las que intenta concienciar, que puede enseñarles a cómo tienen que analizar las cuestiones, a ser conscientes de esto. Y hay que trabajar con mucha mano izquierda, porque todo el sistema está navegando en favor de estas corrientes negativas. Desde que salió la dictadura del videoclip el tema ha empeorado mucho.

También las autoridades tienen un papel que cumplir

Habría que exigir a las autoridades que promuevan una industria cultural donde se potencien otro tipo de productos que fueran respetuosos con los derechos humanos y, además, que fomenten otro tipo de valores y otro tipo de música que no tiene cabida en la industria musical actual controlada por las grandes multinacionales que la distribuyen.

Todas las personas tenemos también un papel es en este asunto

A corto plazo tenemos que concienciarnos y, en nuestras casas y en nuestros institutos, colegios y comunidades, con los padres y madres. Es decir, que esto no es una tontería, que esto es algo muy serio y que hay que luchar contra esto porque se está produciendo una deshumanización brutal de la juventud y es un problema gravísimo.

La esperanza es que a la gente joven, cuando se le expone a otra música, se da cuenta que esa música, como decían sobre Queen después de ver la película sobre la vida de Fredy Mercuri, es mejor. Más o menos, todo el mundo sabe qué es ser buena gente, qué es ser una persona sincera, que ayuda a los demás. Illescas cree que cuando la juventud se expone a eso, le toca la patata, le toca el corazón. Por el contrario, lo que escuchan en los videoclips le llena de basura; pero cuando le llega música positiva, con el corazón, con el alma, le toca. Por eso cree que la esperanza es que tenemos razón y que trabajamos en el buen lado, que es así. Hay que unirse, hay que unirse del modo más transversal posible, que seamos los más posibles, porque si no todo esto quedará en nada.

Enlace al vídeo de la conferencia: https://youtu.be/0Sit4fp3q-o

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